viernes, 22 de abril de 2016

Recuerdo 1 - La mano añil

La fascinación era solo el comienzo, todas las noches ella era la única del grupo en cautivar su atención en cuanto empezaba a bailar, el triste contoneo de los apagados competidores bailando al unísono se transparentaba mientras ella brillaba en aquel cuchitril que, ahora, era el más lujoso de los escenarios, como una lámpara dejando emitir luz a través de su translúcido cristal; de pronto ella caía, música y bailarines se congelaron, el tiempo se detuvo pero no el fracaso.

Mas había algo distinto esta vez, al extender su brazo hacia él le estaba entregando un sobre, sobre de color beige bastante común de no ser por un logotipo impreso en su lomo, algo así como una mano, más bien la huella de una mano en tonos añiles.

Avanzaba hacia él ahora con una expresión de esperanza, al tocar a los bailarines estos colapsaban, cayendo al suelo como si solo su cuerpo hubiese tocado el tiempo; apenas tuvo tiempo de unir sus labios, el aire hacía vibrar sus cuerdas vocales pero entonces...

—Mamá... —esbozó entre lagrimas, parecía más despierto dentro de aquel sueño que en su realidad.

A oscuras creyó encontrar el interruptor de la luz, pero este mes ya la habían cortado, aventurando recuerdos después de la siesta recordó que en realidad era de día, tan solo había bajado las persianas de su estudio.

Razo era un joven en paro, sin familia y sin muchos amigos, aún era joven cuando su madre jamás volvería a hacerse cargo de él, tan solo con 14 años fue acogido por servicios sociales, y continuó bajo la custodia de un tutor legal que lo usó unos 7 años más. Tras abandonar el hogar intentó encontrar de nuevo a su madre, pero fue en vano, 4 años más tarde y aceptando ya su muerte, empezó a soñar de nuevo con ella, volviendo a los momentos en los que aún realizaba castings para propulsarse al estrellato.

—Voy a ser una brillante luz entre las estrellas, ¿y sabes por qué? —recordó las palabras de su madre tras despedirse de él. —Porque no tengo nada más que perder ahora que te he perdido a ti.

El recuerdo de las últimas palabras que en aquel entonces oiría de su madre le traumatizaba más aún que ese reiterado sueño.

De repente se escucharon golpes, alguien tenía mucha insistencia en entrar o llamar su atención.

—Razo, Razo ¿estás ahí? ¿No me habrás dado un nombre falso, verdad?, ¿tienes carnet de identidad, verdad?, sea como sea ya no vives en el piso que te alquilé pero deberías cambiar tu empadronamiento, las cartas siguen llegando ahí, sea como sea, suerte, te dejo esto aquí bajo la puerta y... siento haber sido tan capullo con los pagos, ya hablaremos...

Deslizó algo bajo la puerta, y al abrir las persianas Razo pudo contemplar de qué se trataba, era un sobre color beige bastante común de no ser por un logotipo impreso en su lomo, algo así como una mano, más bien la huella de una mano en tonos añiles.

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