martes, 26 de abril de 2016

Recuerdo 2 - La botella naranja

Ella siempre había soñado con sumergirse en el mar y permanecer en él una buena temporada, explorando y viajando, como las sirenas. Pero las sirenas no existían. O, al menos, ella nunca había visto ninguna.

Por eso, desde que se mudó con su hermana mayor a un apartamento al lado de la playa, no había un día en que no diese un paseo por la arena. Ni siquiera la lluvia o la nieve impedían que llevase a cabo su rutina diaria. Al comienzo de la estación cálida cogía su toalla de tonos amarillos y rosados, se calzaba sus chanclas negras y, antes de llegar a la orilla, ya había empezado a correr para no perder ni un segundo. Todo lo que veía bajo el agua le fascinaba: las rocas, las algas, los peces... y le entristecía mucho encontrarse toda esa basura formada por plásticos, bolsas y desechos que arruinaba la belleza natural del fondo del mar.

Aquel día era propicio para una de sus exploraciones marinas. Dejó su toalla en el lugar que solía ocupar si no había llegado alguien antes y, como era habitual, se acercó corriendo a la orilla. La diferencia de temperatura entre el ambiente y el agua no supuso ningún problema para ella. Nadó y nadó, hasta que se dio cuenta de que había llegado a una zona en la que no había estado antes. Allí inició su exploración.

No mucho después, en una de las ocasiones en que se sumergió comenzó a ver algo que atrajo su atención: parecía una botella con algo escrito en su superficie, pero no consiguió aguantar suficiente tiempo debajo del agua como para siquiera tocarla o leer lo que ponía. Al principio pensó que era una botella naranja. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que en realidad era transparente pero había algo naranja dentro, quizá para que se notasen mejor las letras. Reflexionó fugazmente sobre si volver a intentar ir a por ella, pero supuso que no le iba a resultar nada fácil porque estaba bastante cansada, y además se estaba haciendo tarde, por lo que decidió volver. Poco después la botella solo fue un recuerdo difuso en su mente.

Se tumbó en la toalla para dejar que el sol la secara. A pesar de que su intención era no tardar mucho en irse, el cansancio provocó que aquella vez se quedase más tiempo del que pretendía y se quedó dormida.

Estaba en el mar de nuevo. Sabía que bajo sus pies se encontraba la misteriosa botella. Pero ahora podía bucear durante más tiempo sin que sus pulmones empezasen a reclamar el aire que les correspondía, por lo que continuó descendiendo y consiguió leer claramente la palabra AYUDA. De repente, la botella desapareció y una sirena se acercó a ella y la miró fijamente. «Ya habíamos convenido que las sirenas no existen, ¿no?», se dijo a sí misma. A pesar de ello, también clavó la vista en la criatura que había aparecido y que, extrañamente, le recordaba a alguien que conocía. La sirena se cansó de esperar, se acercó a ella y la zarandeó suavemente.

—¡Anahi! ¡Despierta! Se te va a hacer de noche aquí.

—Ah, hola, sirena... —contestó medio dormida.

—¡Por fin!, pensaba que el truco de la bella durmiente funcionaría, pero ya llevo unos cuantos intentos y tú ahí como si nada. ¿Qué sueño era más importante que yo? Y, para tu información, aún conservo mis piernas.

De repente se acordó de todo lo que acababa de ver.

—¡Bambi, tenemos que ayudarle!

En realidad su nombre era Bambina, pero desde pequeña había odiado que la llamasen así, por lo que todos la llamaban Bambi, y Anahi no iba a ser menos.

—¿Ayudar a quién?

—No lo sé...—dijo entre apenada y confundida.

—¿De qué hablas?

—En mi sueño había una botella hundida en el mar en la que pedían ayuda.

—Vale, vale, pero cálmate, solo era un sueño...

—No, hazme caso, de verdad; vi esa botella justo antes de dormirme. No hay tiempo de explicarlo, ¡vamos!

—Muy bien, pero ¿qué quieres que hagamos si no sabemos nada?

—De momento vamos a intentar coger la botella, a ver si averiguamos algo más.

—Ay, qué pesada eres.

—¿De verdad no vas a aprovechar la oportunidad de ayudar a alguien?

—Ni siquiera sabes si es una broma, o si ese mensaje tiene años y quien lo escribió ya fue comida de los tiburones.

—¡No perdemos nada!

Y antes de que Bambi pudiese volver a protestar, se levantó y corrió en la dirección en la que había estado bañándose antes. Se volvió a sumergir, seguida pesadamente por Bambina, que no terminaba de comprender el ímpetu de su compañera. Esta vez Anahi cogió todo el aire que pudo y, con esfuerzo, consiguió llegar a la botella, pero estaba enterrada y no pudo sacarla. Así que la siguiente vez lo intentaron entre las dos, y por fin Anahi tuvo la botella en sus manos. Efectivamente, ponía AYUDA en letras negras, exactamente como lo vio en su sueño.

—Qué raro es todo esto —dijo Bambina, con un remanente de escepticismo en su voz.

—Yo estoy muy emocionada, ¿tú no?

Volvieron rápidamente a la orilla y abrieron la botella. Bambi tomó el papel naranja de su interior y lo desdobló.

—Mira, hay algo escrito.

—¿Qué? ¿El qué? —contestó Anahi, cada vez más nerviosa. Bambi le tendió la nota señalando la parte inferior.

—No está muy claro, pero esto de aquí... parecen unos números.

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