domingo, 8 de mayo de 2016

Recuerdo 5 - Las seis vidas

Las palabras se le trababan, víctimas de la confusión que causaba aquella situación, sin demasiados rodeos y, a pesar de matizarlo de múltiples maneras, para que su amigo lo entendiese, Razo explicó aquel sueño hiperrealista y cómo se diferenciaba de las pesadillas anteriores, cuyo pesar ya compartió con Grenhé durante su estancia en el viejo puente, exponiendo su preocupación por la premonición del correo que recibiría esa misma tarde al despertar de su siesta.

—¿Y tú eras el que llamaba a eso coincidencia? —se burló recalcando con un errático tono de voz la palabra "coincidencia".

—Nunca he tenido una experiencia similar, Gren —respondió pausadamente, a veces solía abreviar aún mas el nombre de su amigo, esto solía ocurrir tras tripular una conversación hasta los horizontes de la confianza, sin embargo, no era habitual que en un momento de tensión Razo usase tal diminutivo.

Grenhé notó éste detalle y se dispuso a consolar las inquietudes de su, ahora, compañero de piso, pero el cansancio afloraba y las vicisitudes de un vagabundo agotaban más que las de alguien acomodado.

Ambos intentaron dormir, en un principio Grenhé estaba a gusto en la cama pero no era fácil acostumbrarse al cambio de un suelo duro a algo tan blando como un colchón, así que se llevó aquella corpulencia que, de hecho, difícilmente dejaría dormir confortablemente a su amigo y se acomodó sobre un trozo de moqueta que sobrevivía aún al visible deterioro del lugar.

Razo por su cuenta tardo más en dormirse, la siesta y las inquietudes habían hurtado su capacidad para conciliar el sueño, cuando finalmente cerró los ojos no tardó en aparecer bajo sus pies un suelo
empedrado, ni siquiera era capaz de engañarse a sí mismo, había entrado al umbral del sueño con conocimiento de causa, sabía que estaba soñando, lo supo desde el principio.

La sensación de estar tumbado en su cama fue desapareciendo y la superficie sobre la que yacía su cuerpo se matizó como un muro de ladrillos a medio derribar, el tacto de todo cuanto le rodeaba empezó a cosquillear su piel mientras dejaba de sentir presión hacia la pared y la gravedad empujaba sus muslos al robusto suelo que apareció en primer lugar.

Todo aquello le era familiar y, mientras se ubicaba, empezó a ser consciente de su situación; sus ropas, raídas en su mayoría, dejaban correr un viento tan real o más que el que estaba acostumbrado a sentir, las imperfecciones de las piedras que pisaba raspaban la planta del pie que tenía descalzo.

De inmediato supo en qué parte de sus recuerdos se encontraba, más bien, representación de sus recuerdos, había zonas oscuras a su alrededor y todo se presentaba difuso.

Al momento de girarse encontró a Grenhé, estaba tumbado en el suelo y, sin embargo, tenía el mismo atuendo que cuando se recostó sobre la moqueta del piso antes de dormirse.

—Grenhé, ¿qué haces tú aquí? —preguntó de manera inquisitiva.

Su amigo tardó en reaccionar, parecía en trance ante la pregunta.

De pronto sus ojos se tornaron blanco y gris, un aura transparente recorrió su cuerpo mientras aún yacía sobre aquel áspero lecho.

—¿Cómo he llegado hasta aquí? Estábamos en tu casa Razo, en un piso...Un momento, ¡esto es un sueño, claro!, entonces tú no eres real ¿verdad?

—¿Acaso lo eres tú? —recriminó.

De repente una hoja de papel salió volando tapando la cara de Grenhé, al retirarlo ambos amigos reconocieron lo que en él se mostraba, se trataba de un código simbólico muy similar al que se encontraba junto a la espiral que Razo encontró en su carta.

—¡Gracias por recogerlo! —exclamó una voz femenina a lo lejos.

Ambos volvieron la mirada sólo para descubrir a una chica que corría uniformada de pies a cabeza, una estudiante de algún centro cercano que abrazaba un ordenador portátil de forma torpe mientras se acercaba, corría como si sus piernas se viesen obligadas a separarse de su eje normal y era más que obvio que no era habitual que ella realizase periódicamente ejercicio físico alguno.

Grenhé pareció recordar su cara, su expresión se mostró reconfortada y mientras la  chica se aproximaba, el suelo empezó a hundirse de forma irregular atendiendo al patrón de las piedras que lo conformaban, el eco de aquella muchacha se siguió escuchando mientras todo se volvía pálido y el sueño tocaba a su fin.

Ambos jóvenes despertaron al mismo tiempo, Gren, por su cuenta, empapando la alfombra en sudor, parecía que de alguna forma habían soñado lo mismo, pero, ¿sería realmente posible algo así? Razo se dispuso a averiguarlo pero Gren se adelantó:

—¿Has sido tú quien me hizo darme cuenta verdad? Estabas ahí, en mi sueño, sabías que estabas soñando y por eso preguntaste.

Razo asintió con la cabeza y cuestionó:

—¿Estabas realmente ahí, en mi sueño?

—Dirás que tú estabas en el mío.

—Te diste cuenta de que estabas soñando cuando yo lo mencioné, entonces apareció ella... ¿La conoces?

—La conozco desde hace más tiempo que a ti de hecho. Estudiábamos juntos, en el sueño era aún una niña, tal y como la recordaba la última vez... —mientras respondía no pudo evitar bajar la mirada con la intención de ocultar su triste expresión.

—¿Te fijaste verdad? Aquel folio... ella tenía uno de esos códigos simbólicos tan característicos, como los que aparecen en mi correo, quizás deberíamos... Espera, ¿estás bien?, pareces conmocionado Gren.

Su amigo permaneció en silencio un tiempo pero poco después respondió:

—Sí, estoy perfectamente, es solo que creía que jamás volvería a verla, ella hizo bastante por mí... Lo cierto es que es curioso, la vez que la conocí también perdió, a manos de una corriente de viento, uno de sus apuntes, y acabó yendo a parar a mi cabeza... Sé lo que vas a proponer y, ciertamente, no estoy seguro de si hacerlo, si vamos y no encontramos nada me sentaría realmente mal, quisiera volver a hablar con ella alguna vez...

—¿Qué tal si lo intentamos? Ambos tenemos un asunto pendiente, pero, ¿dónde ir?, en el sueño todo parecía estar oscuro... —afirmó Razo preocupado, aún tardaría en acostumbrarse a estas cosas pero algo le empujaba a aventurarse a conocer más acerca de sí.

—Yo sí sé donde buscar, recuerdo perfectamente el sitio donde me pasó aquello con el papel, quizás hallemos más respuestas allí. Aunque ya sabes lo que dicen, la curiosidad mató al gato...

—Ya lo sé Gren... Pero recuerda; un gato también tiene 7 vidas, nos quedarían otras seis vidas más.

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