sábado, 14 de mayo de 2016

Recuerdo 6 - El informático

Damián se encontraba disfrutando de unas patatas fritas frente al ordenador cuando sonó el timbre y una voz conocida que hacía tiempo que no escuchaba lo llamó:

—¡Damián, abre! No creas que vengo a disculparme ni nada de eso, pero quiero pedirte algo.

Perezosamente, se levantó de la silla y fue a abrir la puerta, en cierto modo confuso por la inesperada visita. Allí estaba Carina, intentando mostrar un rostro que no permitiera entrever sus sentimientos, y un poco más atrás Anahi, algo desconcertada por el comportamiento de su hermana.

Carina mantuvo una relación con Damián cuatro años atrás, pero un año y medio después algo sucedió. Algo que, por el momento, la chica no estaba dispuesta a contar.


El chico sabía mucho sobre números, ordenadores y códigos, por lo que Carina pensó que era el más adecuado para ayudar a su hermana en su búsqueda. Esta última avisó a Bambina, que rechazó la invitación —no quiero volver a oír hablar de esa tontería, dijo—, por lo que las dos hermanas no perdieron más tiempo y se dirigieron hacia la casa de Damián.

—Cuando vea a tu Bambi le voy a decir cuatro cosas —soltó la mayor durante el trayecto. Si ya de por sí no estaba contenta con ver al joven, ahora tenía una razón más para sentirse molesta.

—Déjalo, ya hablaré con ella. En el fondo tiene parte de razón, a lo mejor nos estamos dejando llevar demasiado y al final todo acaba en nada.

—¿Que lo deje? Ni que fuera la primera vez que le da igual lo que pienses. Solo le importa lo que piensa ella. Sí, quizá solo sea una tontería, ¿y qué? Ni que estuviésemos dejándonos la vida con esto. Y esas no son formas de decir las cosas.

—Bueno, ahora no va a servir de nada discutir. Por cierto, ¿cómo es que sigues hablando con Damián? Pensaba que no habíais acabado muy bien.

—Eso no es asunto tuyo —zanjó la mayor rápidamente.

—Oye, cálmate, ¿quieres?

Carina no dijo nada más. Anahi no tenía muy claro por qué su hermana estaba tan furiosa; era muy raro que le hablase de esa manera, pero si lo hacía era mejor no continuar con el tema por el momento. Después de un rato, la mayor volvió a hablar:

—Perdona, no debería haberte respondido así. Solo... procura no meter la pata, ¿de acuerdo?

—No sé a qué te refieres, pero lo intentaré.


La puerta se abrió y tras ella apareció el joven, con su corta y clara melena revuelta y sus ojos oscuros y algo cansados.

—Pedirme algo, ¿eh? —respondió a modo de saludo con expresión divertida, tratando también de ocultar la sorpresa—. Bueno... venga, pasad, que no tenemos todo el día. A ver, ¿qué queréis?

Mientras hablaba se dirigió de nuevo a su habitación y se sentó en la silla, indicando a las dos hermanas que tomasen asiento en el lateral de su cama. Anahi lo hizo, pero Carina prefirió quedarse de pie.

—Estamos intentando descifrar esto —respondió esta última, tendiéndole el papel y el espejo.

—¿De dónde lo habéis sacado? —replicó él, interesado tras haber leído los números rápidamente.

—Eso no es asunto tuyo —repitió Carina.

—Quizá no, pero tampoco tengo por qué ayudaros si no quiero, ¿no crees?

Anahi miró a su hermana mayor y, como no vio una negativa en su expresión, le contó que lo había encontrado dentro de una botella bajo el mar, aunque omitió cualquier referencia a su sueño.

—¿Y bien? Tú sabes algo, ¿verdad? —inquirió la mayor.

—Yo sé algo... pero me parece que no es suficiente.

—Suéltalo ya —intervino Anahi, cada vez más nerviosa.

—Bien... ¿veis estos números, hasta aquí? —señaló desde el principio, los dos unos, hasta el 8 y el 9—. En realidad no sé si debería decíroslo... Vale, hagamos una cosa: yo os cuento lo que sé, y a cambio tendréis que conseguir llevarme hasta quien haya escrito esta nota. ¿Qué os parece?

—Encima de que he venido hasta aquí después de todo, ¿y ahora esto? —contestó Carina, mientras pensaba de nuevo en los números—. Espera, yo esos números los he visto en alguna parte —recordó de pronto.

Anahi se había levantado y fijaba la vista en la secuencia que había marcado Damián. Cogió un lápiz y escribió:
8+5 = 13
13+8 = 21
21+13 = 34

—¡Ya sé lo que es! Me enseñaron esta secuencia hace mucho, cuando era pequeña... ¿cómo se llamaba?

—Es la secuencia de Salthei —respondió el joven, mientras la hermana menor seguía con los cálculos.

55+34 = 89
89+55 = 144

—¿Qué pasa aquí? Estos números no coinciden...

—Están aquí, más adelante —se fijó Carina. Comprobaron que la secuencia continuaba hasta el final de la nota—. Bueno, al final parece que no hemos necesitado que nos dijeses gran cosa, ¿no?

—¿De verdad creéis que habéis resuelto el misterio? Ilusas —se rio él.

—Quizá no, pero lo descifraremos pronto, ¿a que sí, Anahi? Venga, nos vamos.

—Pero...

A la hermana menor no le dio tiempo a replicar, porque Carina ya la estaba casi arrastrando hacia la puerta.

—Gracias, Damián. Nos vemos —se despidió Anahi, sintiendo un cierto complejo de títere.

—De nada, supongo. Y dile a tu hermana que no se va a deshacer de mí tan fácilmente. Ya os daréis cuenta.

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